La emotiva despedida de Luís Scola cuando restaban algunos segundos para terminar el partido ante Australia nos hizo comprender la real dimensión del jugador que simbolizó a toda la Generación Dorada que con su disciplina y talento ha dejado su legado para las futuras generaciones.
Compromiso, sacrificio, respeto y tantas valoraciones más que nunca alcanzarán para expresar lo que ha sido Luis Scola para el básquet argentino. Una relación de más de 26 años con la selección nacional que lo ha convertido en el jugador emblema del básquet argentino.
Su llegada a las selecciones argentinas juveniles se produjo tempranamente en 1995 cuando disputó con solo 15 años el Mundial Juvenil llevado a cabo en Grecia. Incluso dando cuatro años de ventaja pudo demostrar algo de su tremendo potencial. Era el jugador del futuro, y a los pocos meses jugando en su categoría en el Sudamericano de Cadetes de Arequipa condujo al equipo al título. Fueron doce torneos en categorías juveniles, con 4 títulos (Sudamericano Cadetes 1995, Sudamericano Juvenil 1996, Sudamericano Sub 21 2000 y Panamericano Sub 21 2000), 4 subcampeonatos y las semifinales en los Mundiales Sub 21 de Melbourne 1997 y Saitama en 2001. Fueron torneos donde Luifa no dejó dudas que su jerarquía le abría el camino para integrar la selección mayor.
Su debut en la mayor se produjo en el año 1999, disputando primero el Sudamericano en Bahía Blanca y luego el Preolímpico en San Juan de Puerto Rico, siendo integrante de la renovación del equipo nacional. A partir de allí todo fue en ascenso, con el inolvidable Premundial de Neuquen en 2001, el subcampeonato en el Mundial de Indianápolis en 2002 y la medalla de oro en los Juegos Olímpicos en Atenas 2004 como hitos fundacionales de una historia con la Generación Dorada que recién arrancaba.
Tras ser semifinalista en el Mundial de Japón de 2006, al año siguiente en el Preolímpico de Las Vegas su figura se acrecentó, no solo por ser capitán por primera vez, sino por su gesto de decir presente en un torneo donde la selección sufrió ausencias importantes. Allí condujo al equipo de manera brillante a los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, donde se ganó la medalla de bronce.
Siguieron pasando los torneos y Luís siempre se ponía a disposición de la selección, su compromiso fue inigualable, se transformo en un ejemplo para los más jóvenes. Tras el inolvidable Preolimpico 2011 disputado en Mar del Plata, llegó una nueva cita olímpica en Londres 2012, donde la selección llegó a disputar una vez más la semifinal del torneo más importante. Allí tuvo otro gesto por los que su nombre trasciende al basquet, porque a pesar de ser elegido para ser el abanderado en la ceremonia de cierre decidió darle ese privilegio al taekwondista Sebastián Crismanich quien habia obtenido el oro en su disciplina.
Luego llego el desafío de volver a clasificar al seleccionado en el Preolímpico de Mexico en 2015, para volver a disfrutar de un nuevo Juego Olímpico. Y allí en Rio 2016 no hubo dudas, fue el abanderado de la delegación argentina en la ceremonia inaugural llevada a cabo en el mítico Maracana. A pesar de la eliminación en cuartos, su fuego seguía encendido. Y si bien varios de sus compañeros de batalla iban dejando su lugar a las nuevas generaciones de jugadores, él mantuvo el legado conduciendo al grupo que obtuvo el subcampeonato en el Mundial de China en 2019. El cierre de su trayectoria con la celeste y blanca no podía terminar de otra manera como fue el homenaje que le rindieron todos los presentes en el Saitama Super Arena en este 3 de agosto de 2021 donde el básquetbol nacional cierra una etapa y seguramente comenzará a transitar una nueva era.